Tras tres horas de vibrante partido, Roger Federer hincaba la rodilla ante el escocés Andy Murray (4-6, 7-6 y 7-5) en el último partido del Round Robin y quedaba eliminado de la Masters Cup de Shangai. Fue un encuentro lleno de tensión y emoción, con dos tenistas sacando su mejor repertorio de golpes, con constantes cambios de rumbo en el choque y con un final memorable, en el que el suizo llegó a salvar hasta siete bolas de partido. Un partido que se sitúa a la altura de los mejores duelos de los últimos años, pero cuya belleza queda en un segundo plano ante el doble significado que tiene el resultado: que Murray ya ha entrado en el círculo de poder del circuito y es una alternativa sólida a Nadal, Federer y Djokovic; y sobre todo que Roger Federer ha dejado de ser ese extraterrestre inabordable (salvo para Nadal) que se había convertido para muchos en el mejor tenista de la historia.
Parece mentira calificar su año como decepcionante cuando el suizo ha ganado un Grand Slam (ya son 13 y el récord de Sampras está a sólo uno) y ha sido finalista en otros dos además de en dos Masters Series, pero lo cierto es que Federer nos tenía muy mal acostumbrado y tanto sus números como su juego no han estado esta temporada a la altura de su grandeza. El comienzo de año ya hacía augurar que no iba a ser una temporada fácil para el entonces número 1 del mundo. Federer caía en las semifinales del primer grande de la temporada, el Open de Australia, ante el serbio Novak Djokovic, y se quedaba a las primeras de cambio sin poder lograr uno de sus retos: ganar los cuatro Grand Slams del año. Sin embargo, el comienzo de temporada del suizo iba a estar marcado por la aparición en su camino de un enemigo inesperado y hasta entonces desconocido para él: una mononucleosis que afectó la salud y el rendimiento del helvético durante las primeras semanas.
Tras superar esta dificultad llegaba la temporada de tierra, donde un año más Rafa Nadal volvía a ganarle la partida, al vencerle en las finales de Montecarlo, Hamburgo (tras una espectacular remontada), y Roland Garros. Especialmente dolorosa fue esta última derrota, donde el manacorense humilló a Federer permitiéndole ganar únicamente cuatro juegos en todo el partido (6-1, 6-3, 6-0). Nadal infligía al de Basilea la que probablemente era su peor derrota y estrechaba el cerco en su persecución del número 1.
Wimbledon, el punto de inflexión
Pero el momento clave de la temporada se producía en la hierba londinense. A pesar de que entonces ya era evidente que Federer no se encontraba en su mejor momento, apostar por su sexta victoria consecutiva en el considerado como "jardín de su casa" era hacerlo sobre seguro. Sin embargo, allí estaba su "bestia negra" para evitarlo. En una final memorable, considerada por muchos ya como la mejor de la historia, Nadal levantaba el título después de casi cinco horas de choque y dos parones por la lluvia que dieron aún más épica al encuentro.
Esto supuso un enorme mazazo para el helvético del que tardó todo el verano en recuperarse. Dos meses en los que cayó estrepitosamente a las primeras de cambio en Toronto (ante Simon) y Cincinnati (ante Karlovic), y en los que perdió su gran objetivo del año, la medalla de oro olímpica, fracaso atenuado al conquistar el doble junto a Wawrinka. No fue lo único que Federer se dejó por el camino tras su mal verano. Cuatro años y medio más tarde, la lista ATP la encabezaba un nombre distinto: Nadal.
Como todo gran campeón, el de Basilea sacó fuerzas de flaqueza para completar quince días magníficos en Nueva York y lograr su quinto US Open consecutivo, con el que se queda a sólo un Grand Slam del récord de Sampras. Sin embargo, esto sólo fue un espejismo y el final de temporada de Federer ha sido bastante gris, con molestias físicas en la espalda, sin alcanzar ninguna final y cayendo prematuramente en el Masters, donde fue vencido por Simon y por Murray.
Con estos resultados, Federer va a acabar la temporada a cerca de 1.500 puntos del número 1 y con Djokovic pisándole los talones. Es posible que muchos se estén precipitando en sus críticas (hay quien dice que el suizo está ya en su declive) y Roger tenga aún cuerda para rato, pero parece evidente que tendrá que volver a subir su nivel si quiere seguir haciendo historia en el tenis.
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